martes, 4 de julio de 2017

Ante Kafka


Ante la ley
Franz Kafka

   Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.


  -Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.


  La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:


  -Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.


   El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.

   Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:


  -Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.


   Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

  -¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

  -Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

   El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

  -Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

FIN
Franz Kafka “Ante la Ley”



Ante Kafka


Este cuento de acá arriba lo releí ayer, la primera vez demasiado jóven, seguro todos tendremos la entrada a algo para saberlo demasiado tarde.

Envejecemos todo el tiempo casi nunca literalmente, día a día y frente a un frío vigilante que tiene la entrada abierta.

Yo por ejemplo, recuerdo a una niña que cuando yo era un niño solo la pude besar en un sueño; sé que siempre pude hacerlo de verdad. Y más anhelos, más ambiciones, de todo tipo, algunas las atrapamos otras escapan, a veces porque queremos que escapen. Y como ese momento, dos opciones siempre: una envejecida y una que es realidad.

En cada instante con un ruido agudo, punzante y cansado una bisagra cargando pesado roble llega al silencio con un golpe de tambor, para dejar ver un rectángulo inmóvil del que una de luz blanca sale, es la doble realidad posible: adentro y afuera.


Y ya después, estamos siempre - la verdad no siempre, algunas mañanas, algunas noches- de un lado lejano a otro más lejano.

Y ya después, son olas que van y vienen. 


A diario una puerta está abierta y cierra el mismo día, tal vez solo horas dura abierta, o minutos, o años o meses; nadie lo sabe, ni lo mucho ni lo poco que dura; y con el tronar de los segundos a veces se quiebran realmente años para dejarnos inmóviles, ya viejos para aquella entrada.

Todavía quedan el Sí y el No, como una moneda que va en el aire girando, cara y sello al mismo tiempo; jóvenes frente a algunos lugares y moribundos frente a otros; hasta que todo acabe de verdad; caerá la moneda, la más grande, y con su ruido metálico todo acabará.


Erick Céspedes

Inspirado en "Ante la Ley", a propósito de que ayer 3 de julio -pero en 1883- nació Kafka.



domingo, 1 de febrero de 2009

DIALOGOS CON BUDA

Diálogos de Buda: la superioridad de Robert Barro

Es bastante conocido que el Venerable Subhuti tuvo una conversación con Buda sobre la sabiduría transcendental que fue inmortalizada en el Vajrachedikaprajñãpãramitã, el llamado 'Sutra Diamante', traducido al chino alrededor del año 400 DC por Kumarajiva, de Kucha, Este del Turkestán. De hecho, éste es el primer libro impreso en el mundo. Lo que sólo se ha sabido hasta hace poco es que a pesar de su vida virtuosa, Subhuti cometió algunos deslices, y nació otra vez en este siglo. Como los deslices no fueron muy graves, Subhuti reencarnó como un economista, y como fue lo que Buda llamó 'un Brahman quisquilloso', Subhuti fue destinado a especializarse en discusiones económicas. Un día en que Subhuti se lamentaba en su estudio después de leer un blog y otros cien libros y ensayos sobre el tema, abrumado por los sublimes pensamientos revelados en estos trabajos, Buda apareció súbitamente, compadecido por su antiguo discípulo.

Subhuti inmediatamente se descubrió su hombro derecho, se arrodilló sobre su rodilla derecha y, elevando sus manos con las palmas unidas, se dirigió a Buda: único Honrado por el Mundo, ¿Has venido a ayudarme a entender si el Venerable Robert Barro a construido una teoría más proxima a la verdad que las precedentes?

Buda respondió: En verdad he venido con un propósito diferente, para apartarte de estos estudios y tus angustias. Oh, Subhuti, no gastes tu vida en un problema que quizá sea trivial.

Subhuti le dijo a Buda: Trivial en verdad, único Honrado por el Mundo, desde el punto de vista del 'Principio último de Realidad'. Pero es un problema serio para la economía a la que he sido destinado en mi gran ciclo de la reencarnación, y debo cumplir con mi deber esta vez. Ilumíname, Oh único Iluminado.

Buda le dijo a Subhuti: ¿Por qué crees que Venerable Robert Barro ha contruido una teoria superior, Oh Subhuti?

Subhuti replicó: A pesar de las dudas, últimamente me he interesado por una bella y elegante teoría: la equivalencia ricardiana, que muestra que deuda e impuestos tiene implicaciones equivalentes en el consumo. Y me he enterado que una condición suficiente para que se tenga la equivalencia ricardiana es que los agentes tengan vida infinita. ¡Oh, como desearía que los agentes tuvieran vida infinita! Viéndote, único Honrado por el Mundo, se me ha ocurrido una idea. ¿Por qué no haces que todos los agentes sean así como los representados por el Venerable Barro? Muchos economistas te agradecerían por ello.

Buda dijo, entonces: Como he dicho muchas veces, no soy un mago. No puedo hacer lo imposible, y tengo gran admiración por quienes pueden cambiar a la realidad con la punta de un lápiz. Pero, cuéntame, Subhuti ¿Realmente crees en la equivalencia ricardiana?

Subhuti replicó: Eso dicen algunos libros y la demostración es impecable.

Buda dijo: Reveréncialos, Subhuti, pero no creas ciegamente en ellos.

Subhuti dijo: ¿Cómo hace el Venerable Robert Barro para demostrar la equivalencia ricardiana tan fácilmente en su modelo? ¿Ha cometido entonces un error, Oh único Iluminado? Me duele el corazón.

Buda replicó: Abandona tus temores, Subhuti. Barro puede hacer supuestos peculiares, pero nunca comete errores. Sólo supuso una economía muy particular de generaciones traslapadas, sin necesidad de asumir agentes de vida infinita. La condición de agentes con vida infinita es suficiente, pero no necesaria, para que se tenga la equivalencia ricardiana.

Subhuti preguntá: ¿Cómo hace para demostrar la equivalencia ricardiana sin suponer agentes de vida infinita?

Buda replicó: No, eso pertenece a una tradición más elevada, heredada de Gary Becker. Barro elimina el problema suponiendo que en la economía hay altruismo inter-generacional, lo que hace innecesario asumir agentes con vida infinita.

Subhuti habló así: Me preocupa el supuesto del altruismo intergenacional para obtener la equivalencia ricardiana en su modelo ¿Es necesario?

Buda respondió: Sí, en su modelo, es necesario. Debes recordar que Robert Barro en un artículo ya clásico publicado en 1974 se hizo la siguiente pregunta: ¿son los bonos del gobierno riqueza neta? Al responder negativamente Barro planteó el resultado de neutralidad de la deuda: la deuda pública y los impuestos tienen resultados equivalentes sobre la economía. En otras palabras, dado un patrón de gasto del gobierno, una situación con reducción de los impuestos financiada con deuda pública es equivalente a una situación sin dicha modificación. Ésta es la famosa equivalencia ricardiana.

Subhuti dijo: ¿Pero podrías aclararme su significado? ¿cuáles son los supuestos implícitos y, sobre todo, por qué es tan importante ese altruismo inter-generacional?

Buda dijo: Oh, subhuti. En el mundo revelado por Barro, las familias no deben tener, de hecho, una vida infinita, sino que basta con que las familias estén conectadas intergeneracionalmente por medio del altruismo. Si dicho mecanismo opera, una red de transferencias intergeneracionales (las herencias) convierten al individuo típico parte de una familia extendida de horizonte infinito.

Subhuti replicó: ¿Una gran familia de horizonte infinito? Aún no logro entender

Buda dijo: Si la generación presente se preocupa por sí misma tanto como por la siguiente, y el gobierno emite una deuda que deberá pagar en el futuro, la generación presente ahorrará recursos para dejarlos como herencia para la próxima generación. En suma, la familia acaba operando como una gran familia, una Dinastía de vida infinita, a pesar de que cada generación tiene una vida finita. El resultado de la Equivalencia Ricardiana sobrevive gracias a dos condiciones: el padre se quiere a sí mismo tanto como a sus hijos y está conectado intergeneracionalmente mediante el mecanismo de las herencias.

Subhuti dijo con tristeza: Oh, veo que la existencia de herencias no garantiza la equivalencia ricardiana. Se requieren supuestos más específicos.

Buda replicó: Sí, ciertamente, la economía supuesta por Barro sólo cubre una situación particular. La proposición no se mantendría si existe un sistema de herencias no ligado al altruismo inter-generacional. Es importante que observes que además del altruismo inter-generacional se requiere niveles de racionalidad muy altos, de tal forma que cada agente pueda calcular con precisión matemática el valor de los impuestos que tendrán que pagar sus hijos, con éste cálculos los padres reducirán el consumo presente previendo que deberán heredarle una cantidad específica de recursos a sus hijos.

Subhuti dijo entonces: Estoy cansado, único Honrado por el Mundo. ¿Qué he ganado estudiando todos esos debates sobre la teoría económica, aparte de saber cuál es el sitio de la equivalencia ricardiana, en la que realmente no he creído desde el principio?

Buda dijo: No subestimes el valor del conocimiento hermético encerrado en la teoría. No juzgues una acción por sus resultados. Tal como se ha dicho: 'No pienses en los resultados de una acción. Sigue adelante'. No te preocupes por descubrir si la teoría de un economista supera a otros economistas. La teoría por más abstracta que parezca, siempre está interesada en un problema real. Se requiere olfato para saber cuál camino ilumina.

Subhuti preguntó: Pero, Oh único Iluminado, me llena esto de incertidumbre ¿el conocimiento de una teoría no debe traer una nueva comprensión y certeza? Siento que no hay nada nuevo en mí.

Buda dijo: Recuerda que hace 2.500 años, en aquel parque cerca de Shravasti, me preguntaste: "¿Al lograr Consumación de la Iluminación Incomparable, Buda, no hiciste ninguna adquisición?".

Subhuti replicó: Lo había olvidado, pero tengo una traducción del 'Sutra Diamante' de A. F. Price y Wong Mou-Lam, y en capítulo XXII veo que me respondiste así: 'Justamente, Subhuti. Con la Consumación de la Iluminación Incomparable no adquirí la más mínima cosa; por eso se llama 'Consumación de la Iluminación Incomparable.'

Buda dijo: Justamente, Subhuti, justamente.

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Esto es adaptación de: Sen, Amartya, "Debates sobre teoría del capital", Cuadernos de Economía, v. XVII, n. 29, Bogotá, 1998, páginas 27-38. (sin duda he modificado el contenido para adaptarlo a la discusión, pero la estructura narrativa es idéntica)